Un calcetín descafeinado

Como bien sabe mis amigos y familiares, la cafeína tiene sobre mí un poderoso efecto. El reconocido efecto excitante que millones de personas adoran porque les ayuda a despertarse a mí me impide dormir, me hace moverme constantemente y más rápido de lo normal, y hasta he llegado a cenar de pie tras beberme una bebida energética y no poder sentarme. Como podéis imaginar, nunca me he tomado una pastilla de cafeína ni nada por el estilo, aunque lo tendré en cuenta el día que quiera ver fantasmas y oír voces.El problema es que el café me encanta, desde que era pequeño y mi padre y mi abuelo me enseñaron a mojar terrones de azúcar (lo que, dicho sea de paso, me convertía en una bala por el subidón de azúcar y la cafeína). Por eso he llegado a la decisión de empezar a beber descafeinado. Sé que es como beber cerveza sin alcohol o leche desnatada, que le quita un punto indescriptible a la experiencia, pero mi sistema nervioso me lo agradece cuando pongo la cabeza en la almohada y puedo cerrar los ojos.

Así que, como tenemos una cafetera en casa, he bajado a La Mexicana a por un paquete de descafeinado (como bebo poco café puedo permitirme el lujo) y me he puesto manos a la obra a hacerme mis propios cafés en casa. Pero me he dado cuenta que, de todas las veces que mis padres me han encargado hacerlo en casa, ni una sola vez lo he conseguido sin preguntar “¿cuánta agua para cuánto café, papá?”.

Como el primer día mi café resultó ser lo que los expertos y adictos llaman una mierda  (y el segundo también), he tomado la decisión de dejando por escrito cómo me van saliendo los cafés cada vez que lo intente. Así cuando vengáis a casa y os ofrezca un café sabréis a qué os estáis exponiendo. Hoy os traigo la primera experiencia.

La épica historia de un calcetín descafeinado
Día 1
Primer día en mi vida que me hago café en mi casa para desayunar, sólo ante el peligro. Como es sólo para mí, pongo la cafetera italiana por la mitad (de agua) y dos cucharadas de ese descafeinado bueno en el depósito, y lo pongo en el fuego.Cuando el agua ha terminado de subir, me pongo un poco en mi taza y lo pruebo: está un poco flojo. Puede que sea por el hecho de ser descafeinado, pero con afán científico pongo otro poco en un vaso de cristal y lo miro a contraluz: me estoy bebiendo un buen aguachirri poco más oscuro que el Nestea. Como no soy de tirar nada, me pongo lo que queda de café en la taza, pongo mucha leche y me lo bebo. Ojalá me hubiese hecho un Cola-Cao.Efectos secundarios:
Ninguno. Lo que no es de extrañar, ya que entre la mucha leche y el aguachirri lo que es café había muy poco.


Comentarios

4 respuestas a «Un calcetín descafeinado»

  1. @Pah-put-xee: El café americano tiene mucho más glamour que mi aguachirri, me temo. Y puede que incluso mejor sabor!

  2. Avatar de Pah-put-xee
    Pah-put-xee

    ¡Culturízate! El aguachirri que haces se llama normalmente «café americano» porque los «cow-boys» se lo beben a cubos. Sus efectos secundarios son parecidos a los del bífidus (a partir de la 5ª taza), pero no afecta al sueño.

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